Ing. Henry Alfaro Rojas. MGP, PMP, IMC.
El Covid-19, un virus mortal que puso el mundo de cabeza, una verdad que ha
traído mucho dolor a cientos de miles de familias en los últimos 7 meses. Pero
realmente esas muertes, aunque dolorosas, no son el verdadero problema, para
empezar varias enfermedades, al igual que la violencia provocada por drogas,
pandillas y otras patologías sociales superan en la estadística y por mucho los efectos
mortales de esta nueva versión de un coronavirus.
Mientras el virus se despliega alrededor del orbe, hemos visto las más variadas
acciones, todas reflejadas en gráficos, curvas que nos muestran la evolución del virus,
por distrito, cantón, provincia o región, país y continente. En el “eje y” los contagios,
los activos, los recuperados, los muertos y en el “eje x”, el tiempo que avanza
irremediablemente y que tan solo vemos pasar frente a nuestro existir. Y mientras tanto
cada gobierno se va inventando una variada mezcla de acciones unos en procura de
salvaguardar la vida de las personas con factores de riesgo, otros por el contrario en
procura de salvar la economía. Y en medio, un abanico de actos, algunos que parecen
verdaderos crímenes, como en nuestro hermano país de Nicaragua y hasta en el
mismo USA, al menos durante los inicios del contagio.
Si bien hay países con economías sólidas que son capaces de apoyar sus
empresas por largos periodos, subsidiar a sus ciudadanos y asegurar su alimentación,
países donde las guerras del pasado y la prudencia de sus gobernantes son reflejo de
una cultura propia y evolucionada, que les permite minimizar el impacto del Covid.
También tenemos el otro extremo, países de una cultura adolescente, imitadores a
ultranza de estilos de vida del mundo desarrollado, sin tener sus condiciones. Países
con historia y cultura perdida, porque fueron despojados de su identidad y riquezas por
gobiernos imperialistas y que hoy están sumidos en pobreza extrema y miseria,
causada por siglos de explotación que mutilaron su propio ser, siglos de opresión y
miedo que dejan huellas en su pensamiento social.
El verdadero virus que ha salido a flote producto del Covid, es el virus de la
Globalización, mismo que crece como la espuma a la vista de los gobernantes que
solo ven la pérdida de su “poder”. Hoy las transnacionales están de fiesta, lo que por
años trataron de hacer, las millonarias inversiones en campañas publicitarias fueron
superadas e invisibilizadas por el Covid, los medios y las redes sociales están logrando
su sueño. Finalmente, un mundo Globalizado. Si alguna vez pensaste que algún día
comprarías algo por internet, ahora lo haces o no comes. Si antes evitábamos ir a los
bancos, ahora el uso de las agencias virtuales se maximiza. Si alguna vez pensaste
en estudiar a distancia, ahora es tu única opción. Es así como Apple, Google,
Microsoft, Amazon, Wish, Alibaba, Walmart, Facebook, Twitter, Instagram y demás
similares, hoy multiplican sus capitales a costa de la desaparición del pequeño
emprendedor cuya organización aún no existe en las autopistas del ciberespacio.
Hace solo dos años escuché una especialista decir: “Si tu empresa no es capaz
de convertirse en una empresa de base tecnológica, una empresa de tecnología se
convertirá en tu empresa”. Hoy la configuración de gemelos virtuales de nuestras
empresas es una premisa y todos debemos trabajar en ello, para eso sirve el Internet,
para competir, para vender, para influenciar, para expresar ideas, para evangelizar y
mucho más.
Pero también el establecimiento de reglas de protección es urgente, no se vale
que la Globalización le gane a nuestra Soberanía, lo que pasó con Uber solo es una
pequeña muestra de lo que harán las grandes transnacionales y grandes
corporaciones con el resto de sectores de la economía, si nuestros diputados no toman
acciones urgentes para proteger a nuestras PYMES en comercio, industria y a los
mercados primarios de producción agropecuaria, éstas desaparecerán en menos
tiempo del que pudiésemos imaginar y tendremos una sociedad en ruinas, miseria,
hambre, violencia, histeria, suicidios y mucho más, porque la fuerza de ventas, el
manejo de emociones, de hábitos de consumo, de creación de necesidades y más, ya
hoy está en manos de las grandes corporaciones globales.
La gran tarea de nuestros diputados no es aprobar un nuevo préstamo o un
presupuesto ya por demás irresponsable que permite gasto ordinario financiado con
ingresos extraordinarios, porque eso llevamos al menos 40 años haciéndolo. Ya el
endeudamiento sobrepasó lo racional, ahora, hay que salir de ahí. La gran tarea está
en dibujar y llevar a la Ley, legislación que permita una ventana de oportunidad para
la inserción de la ya maltratada economía costarricense al mundo globalizado.
Racionalizar el gasto público, regionalizar el país, crear un verdadero sistema nacional
de inversión pública. Es admirable el esfuerzo de Procomer, CINDE, del MEIC, del
INA y muchos más, pero, no serán suficientes si desde el ejecutivo y el legislativo no
se toman medidas urgentes para fomentar una sana economía local e impulsar el
emprendimiento local desde lo virtual.
Si la lucha es en la transformación tecnológica, cómo entender la existencia de
dinosaurios como el INVU, IFAM, IMAS, y otros cuya razón de ser fue superada o debe
transformarse. Urge reinventarnos como Estado, como organización solo podemos
dejar aquello que agrega valor. No vamos a parar la Globalización, pero si podemos
montarnos sobre ella y ofrecer al mercado local y al mundo lo mejor de Costa Rica.
Nuestro país lo tiene todo para competir y alcanzar el sueño de nación desarrollada,
llevando bienestar a cada rincón del país, para ello debemos unirnos todos con la meta
de SER una maravilla natural integral mostrando lo grandioso de nuestro capital
humano, SER el país más feliz de mundo y SER el país PURA VIDA, podemos SER
el mejor lugar del mundo para el descanso y sano ocio que potencialice el reencuentro
del SER humano con la naturaleza, además del mejor productor de agroindustria
amiga del ambiente y de industrias limpias como la de implementos médicos y alta
tecnología, así como dar al mundo un trato humano sin igual con cientos de centros
de servicio internacional operados por costarricenses.